viernes, 19 de octubre de 2012

Cosas

Y cuando las palabras cuelgan del postrero grito de un libro que se duerme de pie para morirse, la noche repara los cortes de sus venas. El relente espesa cada movimiento y las sábanas no encuentran la postura, así que sobrevuelan el ambiente ideas que arden en deseos de ocurrirse, de que les den caza, de agarrarse a una neurona. En el futuro más previsible, la mañana está hecha de ibuprofenos y el desayuno de lágrimas saltadas, maleducadas bocas abiertas y sonidos guturales.
El nombre se cae al suelo y rueda bajo el colchón, donde los filos y los brillos y los monstruos y las pelusas monstruosas y las losas sin gastar y donde están todas las cosas (siendo cada cosa una cosa y todas las cosas cada una, pues no hay una palabra que resulte más despreciable cuando se usa sin gracia). Un nombre se puede caer, al fin y al cabo, y no pasa nada pues sólo lo echará en falta el señor que te tiende la mano y que abre los paquetes con tijeras y que desenvuelve los regalos sin rasgar el papel.
La luciérnaga se desvela en pompas de gases nobles que la encierran, le acarician las alas, la torturan y le cantan consignas repetitivas. Total, que el techo se ha tumbado a mirar pasar los sueños como el que deja escapar un mosquito, pensando que casi ha hecho un bien.


P.D: Cosillas.

"To el mundo ha ido a todas las manifestaciones, to el mundo estuvo por París en el 68 y to el mundo estuvo en Cuba llevándole el Ventolin al Che". 


 

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