domingo, 10 de enero de 2010

Vaina de latón

Es curioso –paradójico, incluso- lo poco que pueden parecerse entre sí dos objetos con tantas cosas en común. El primero es un instrumento fascinante. El segundo, un invento abominable. Uno divertido e inocente; el otro dantesco y despreciable. Y eso, qué cosa más rocambolesca, que los dos pueden acabar relacionándose con la muerte.
Aunque sea por motivos diferentes, y uno me encandile y al segundo lo repudie, se puede decir que ambos me apasionan y los dos son capaces de llegar a obsesionarme. Hasta tal punto, y cada cual lo suyo, que pueden hacerme retroceder en el tiempo hasta lo más profundo y cálido de mi infancia o hacerme viajar, por una atracción funesta, miles de kilómetros.
Ambos son pequeños, fríos y fácilmente manejables. Los dos pesan más bien poco, no medirán más de cuatro o cinco centímetros de alto, y comparten el mismo hipnótico reflejo metálico. Los dos tienen sus diabólicos cuerpos recubiertos por sendas vainas de latón. Y por encima de todo, ambos fueron creados para hacer fuego.
El primero es un Zippo. El otro, una bala de Kalashnikov.


5 comentarios:

  1. Qué buen texto, hamijo. Realmente estás como una regadera.

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  2. Hasta el día que alguien decida echarte gasolina por encima y encenderlo con un Zippo (de mierda). Ojalá esté yo cerca para evitarlo con mi AK-47.

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  3. Las balas no son un mal invento, mientras no tengas algo con que dispararlas.

    Píllate un Zippo, tío.

    Saludos.

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  4. Para los pocos que no te entiendan tu obsesion con los Zippo, tienes el deber moral de ponerles el enlace a tu textodefelaciónpublicaalZippo.

    Un abrazo, que veas que sigo tu blog!

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  5. Totalmente de acuerdo con antonio...los zippos son malos

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